Comunidad nativa amazónica defiende los ríos, fuentes de alimento y espacios de vida que serán dragados para megaproyecto.
Por Miguel Angulo.
La hermanita de Raúl Padilla tenía 5 años cuando fue a bañarse al río y nunca regresó. “Encontramos su ropita, su tazón y el jabón, nada más”, cuenta el pescador de la comunidad Kukama Kukamiria de Puerto Prado, en la cuenca del río Marañón en la Amazonía noreste del Perú.
Una semana después de que desapareció, el padre de Padilla vio salir a la pequeña del agua, pero cuando la siguió, ella desapareció. Un chamán le dijo que su hija no estaba muerta, que vivía dentro del agua porque un yakuruna –espíritu del agua- la robó para casarse con ella. “En lo profundo del río ella vive”, dice Padilla, “allá vive”.
Para los kukama —pueblo indígena amazónico que vive en las riberas del río Marañón y cuya actividad principal es la pesca—, el río no es solo una fuente de alimento, de agua para bañarse o lavar; es también el espacio donde habitan sus familiares que se han ahogado, cuyos cuerpos nunca fueron encontrados, pero que continúan vivos.
Sus padres, hermanos o hijos desparecidos continúan vivos en grandes ciudades debajo del río, con transportes, plazas y calles; y junto a ellos están también los yakurunas y otros seres que permiten el equilibrio de la vida kukama.
Pero ese vínculo y ese mundo están amenazados por un proyecto que incluirá el dragado de lugares donde descansan los espíritus: la Hidrovía Amazónica, una vía de interconexión de ríos, puertos y carreteras entre Brasil y Perú que busca que los ríos Ucayalí, Marañón, Amazonas y Huallaga sean navegables las 24 horas del día durante los 365 días del año para el tránsito de grandes embarcaciones desde el Atlántico al Pacífico.
Con una inversión de US$74 millones, según la agencia gubernamental de Promoción de la Inversión Privada (PROINVERSIÓN), esta obra forma parte de uno de los 10 ejes de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) que en el Perú ha permitido la construcción de la carretera Interoceánica Sur (que conecta Perú, Bolivia y Brasil) y la carretera IIRSA norte (que conecta el puerto de Paita, en la costa norte, con Yurimaguas, en la Amazonía).
“Malos pasos”, ¿para quiénes?
Según el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), la Hidrovía Amazónica incluye el dragado o excavación de 20 “malos pasos” —bancos de arena, remolinos de agua y otros espacios que no permiten la navegación continua— en los ríos mencionados. Pero para los kukama, en estos lugares los chamanes se comunican con los espíritus que curan a los seres humanos y que desaparecerían.
“Los ‘malos pasos’ son para nosotros lugares sagrados donde los seres que habitan debajo de los ríos tienen allí unas plazas, allí se refrescan como si fuera un parque”, manifiesta el presidente de la Asociación Indígena de Desarrollo y Conservación del Samiria (AIDECOS), Miguel Manihuari.
El alimento diario y la vida misma de los kukama también parecerían amenazados. El dragado de los “malos pasos” implica la remoción de los sedimentos en la base de los ríos, los cuales contienen, según el jefe de la cuenca de la Reserva Pacaya Samiria, Herman Ruíz, todo lo que la corriente arrastra y fija en el fondo: fertilizantes de cultivos agroindustriales y sustancias contaminantes de la minería legal e ilegal, y del narcotráfico; por lo que, al removerse, “los peces se van a contaminar con metales pesados, elementos que no se metabolizan y son difíciles de ser expulsados” y que afectará a las personas que se alimentan de ellos.
Miguel Ángel Cadenas, sacerdote de la Parroquia Inmaculada de Iquitos, quien convivió durante 20 años con las comunidades Kukama, destaca que la afectación también será en la vida común. Los pequeños botes de los pescadores, muchos a remo y donde solo entran 1 o 2 personas para pescar, se tambalean sobre el río ante las olas generadas por el movimiento de las grandes embarcaciones. “Si pasan más lanchas por el Marañón y mucho más potentes, ¿qué va a pasar con la gente que circula en canoas?”, se pregunta Cadenas.
El peligro sería mayor durante la temporada de lluvia, entre los meses de febrero y junio, cuando el río Marañón crece, se desborda e inunda las comunidades hasta llegar a las entradas de sus hogares. Los apus o líderes kukama temen que con el paso de embarcaciones más grandes, el agua entre a las casas.
“Hay caseríos a orillas del Marañón y cuando las embarcaciones pasan en la noche muchos comuneros dormimos en el piso, en tarimas, como es nuestra costumbre, la oleada aumenta y nos perjudica”, destaca una representante de la comunidad Kukama de Bagazán.
Proceso de consulta a comunidades indígenas
Las dudas de los kukama y de los otros pueblos indígenas afectados por la Hidrovía Amazónica han sido debatidas y consensuadas en las reuniones sostenidas con el Estado —a través del MTC, entidad ejecutora—. Este proceso empezó cuando la Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca (ACODECOSPAT) y el Vicariato de Iquitos solicitaron al Instituto de Defensa Legal (IDL) el apoyo para iniciar una demanda ante el Juzgado de Nauta.
La demanda fue presentada en el contexto en el que el MTC comenzaba el proceso de licitación del proyecto sin haber realizado la consulta a los pueblos indígenas tal cual exige la Ley del Derecho a la Consulta Previa (2011). Esta entidad, según consta en la contestación de la demanda por parte del Procurador Público del MTC, consideraba que no había afectación a los pueblos indígenas: “El dragado de un mal paso fluvial no va a atentar contra las creencias religiosas de la comunidad”.
Pese a ello, el Juzgado de Nauta en primera instancia y posteriormente la Corte Superior de Justicia de Loreto, deciden suspender el proyecto y consultar a todos los pueblos indígenas afectados.
Por ello, desde febrero de 2015 el MTC inició el proceso de consulta previa con talleres informativos, discusiones dentro de las organizaciones, y diálogo entre representantes del Estado y pueblos indígenas, que finalizó con una reunión entre el 18 y 22 de setiembre de 2015 en Iquitos, en la cual participaron los representantes del MTC junto a las 31 organizaciones representativas de los 14 pueblos indígenas afectados por este megaproyecto: Achuar, Ashaninka, Awajun, Bora, Capanahua, Kichwa, Kukama – kukamiria, Murui Muinani, Shawi, Shipibo – Konibo, Tikuna, Urarina, Yagua y Yine.
El Comisionado del Programa de Pueblos Indígenas de la Defensoría del Pueblo, Jorge Abrego, destaca que es la primera experiencia de consenso de tantos pueblos indígenas; y añade que dentro de los acuerdos formalizados en la Resolución Directoral es importante notar la inclusión de, como mínimo, tres chamanes indígenas en el equipo de apoyo técnico multidisciplinario del proyecto; además de la conformación de un grupo de trabajo multisectorial encargado de promover el diálogo con los pueblos indígenas del área de influencia del Proyecto Hidrovía Amazónica. Abrego agrega que esta comisión “no tiene antecedentes similares” y que “si como resultado del Estudio de Impacto Ambiental (EIA) se identifican posibles afectaciones estas serían sometidas a un proceso de consulta”.
No obstante, como destaca el presidente de la Organización Regional de los Pueblos Indígenas de Oriente (ORPIO) —parte del equipo de trabajo multisectorial—, Jorge Pérez, “los temores continúan pendientes”, puesto que se espera la participación de los pueblos indígenas en la aprobación del EIA.
Mientras tanto, en las riberas del Marañón, Padilla y otros pescadores kukama salen muy temprano a pescar, con la incertidumbre de no saber si el proyecto afectará su alimento diario, sus costumbres y sus vidas.//
http://fronterasambientales.com/hidrovia-amazonica-amenaza-practicas-culturales-de-los-kukama-kukamiria/
No hay comentarios. :
Publicar un comentario