sábado, 7 de febrero de 2015

Cultura y ecología reciben poca atención en plan fluvial

EcoAméricas.com

Reproducido de EcoAméricas ENERO 2015

Cultura y ecología reciben poca atención en plan fluvial

Por: Barbara Fraser y Leonardo Tello Imaina

Nauta, Perú



Manuel Taricuarima, un chamán del pueblo kukama en la Amazonia peruana, dice que cuando atendía a pacientes aquí en el pasado, colocaba sus manos sobre la cabeza del enfermo, cerraba los ojos y sentía no sólo la gravedad del problema, sino también los espíritus que tenía que convocar para traer alivio. Cogiendo un recipiente elaborado con la cáscara del fruto de un arbolito llamado huinga (Crescentia cujete), se dirigía a la orilla del río Marañón, un gran afluente del Amazonas, donde recogía agua que utilizaba en sus ritos de sanación, como símbolo de comunicación entre él y los espíritus del río.

Es lo que siempre había hecho desde que su padre le enseñó a sanar. Pero entonces llegó 2012, y los derechos al puerto de esta pequeña ciudad fueron dados en concesión a empresas privadas como un primer paso en el desarrollo de una red de transporte por río y carretera para vincular Perú y Brasil. Bajo las nuevas regulaciones, los habitantes de las comunidades ribereñas locales ya no podían atracar sus pequeñas canoas en el puerto. Taricuarima sintió que se había roto su lazo espiritual con el río.

“Ahora me siento muy débil”, dice Taricuarima, de 76 años. “Ya casi no puedo sanar a las personas de sus enfermedades. Desde que han vendido los puertos a las empresas, hay muchas lanchas, aceite de motor y mucho ruido. Los espíritus con los que trabajo han huido lejos y ya no vienen cuando les invoco, cuando les llamo”.

El río Marañón ocupa un lugar destacado en los relatos de la creación del pueblo kukama y su vida cotidiana. Ellos viajan en él, se bañan y lavan su ropa en él, beben su agua y se comunican con los espíritus y los familiares que según su creencia viven en sus profundidades. Por esta razón, los impactos de la producción actual de petróleo y de los esfuerzos previstos para aprovechar el río para la producción de energía y la navegación amenazan con afectar no sólo la ecología del río, sino también la cultura local. Los expertos dicen que, en combinación, los impactos del represamiento y el dragado podrían ser particularmente potentes.

El proyecto de hidrovía que Taricuarima dice ha cortado sus lazos con los espíritus del agua es parte de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA). La iniciativa es un esfuerzo de integración de infraestructura regional que incluye planes para mejorar y conectar carreteras e hidrovías en una red que una las costas este y oeste del continente. Proporcionará una ruta para que Brasil envíe productos básicos como mineral de hierro y soja a China, y facilitará el transporte de mercancías desde y hacia zonas del noreste de Perú, como la ciudad de Iquitos (ahora accesible sólo por río o por aire), disminuyendo así su costo.

Hasta el momento, las obras de la carretera de IIRSA en esta parte de Perú están terminadas, y las actualizaciones del plan para el puerto costero de Paita, así como los puertos fluviales de Iquitos, Yurimaguas y Pucallpa, están en marcha. El aeropuerto de Piura, ciudad de la costa norte, también se está ampliando como parte del plan. La siguiente fase incluye el dragado de tramos de los ríos Marañón, Huallaga y Ucayali a un costo estimado de US$74 millones para hacerlos navegables todo el año para embarcaciones de carga y de pasajeros que viajan hacia y desde Brasil. Eso permitiría que el tráfico fluvial conecte con carreteras en las ciudades peruanas de Yurimaguas y Pucallpa, que a su vez conducen a puertos marítimos en la costa peruana en el Pacífico.

 
Ocho postores han expresado interés por el proyecto, que incluirá el dragado, la instalación de ayudas a la navegación y monitoreo de los niveles de agua y profundidades de los canales. El ganador será elegido durante el primer semestre de este año, según el organismo peruano de inversiones para el desarrollo ProInversión

Los críticos han planteado preocupaciones ambientales, de seguridad y culturales. Barcos más grandes en los ríos Amazonas, Marañón, Huallaga y Ucayali harán el recorrido fluvial más peligroso para los residentes locales que dependen de canoas o pequeños botes abiertos equipados con motores pequeños llamados peque-peques, por el sonido de traqueteo que hacen.

El tráfico de embarcaciones pequeñas es especialmente pesado el día en que funcionarios del gobierno desembolsan el pago bimestral del programa de transferencias monetarias condicionadas Juntos, que proporciona un subsidio de unos $30 al mes a las madres que se hacen chequeos prenatales en los centros de salud y que se aseguran de que sus hijos sigan en la escuela y reciban chequeos regulares. En los días de pago, flotillas de canoas van y vienen por los ríos a los puntos designados de desembolso y vuelven a casa cargadas de suministros que las mujeres han adquirido. Avanzando a baja altura por el agua, una canoa muy cargada corre el riesgo de ser inundada por la estela de una embarcación más grande.

La hidrovía necesitará el dragado periódico de bancos de arena que hacen partes de los ríos Marañón, Huallaga y Ucayali impracticables cuando los niveles de agua son bajos. Eso podría alterar flujos de sedimentos cruciales en un sistema fluvial en que el ciclo de inundación estacional distribuye limo cargado de nutrientes sobre los campos ribereños y a través de humedales como la Reserva Nacional Pacaya-Samiria, que abarca 2 millones de hectáreas entre los ríos Marañón y Ucayali.

Los términos de referencia para la evaluación de impacto ambiental de la hidrovía contemplan la inclusión de información sobre los sedimentos “de ser posible”. Pero Jorge Abad, investigador peruano del Centro para la Investigación y Educación de la Selva Amazónica de la Universidad de Pittsburgh, dice que se sabe muy poco acerca de esos flujos. “Si se cambia la dinámica de los bancos, se podría cambiar la dinámica de todo el río”, dice Abad.

Eso podría alterar los meandros siempre cambiantes que hacen que los ríos amazónicos se asemejen a enormes serpientes formando bucles a través del paisaje. Aunque las consecuencias pueden no ser visibles inmediatamente, “podría haber impactos de aquí a 20 o 30 años”, dice. Puesto que se carece de datos básicos sobre el flujo de sedimentos en los ríos amazónicos peruanos, Abad y sus colegas están estudiando los ríos para desarrollar una línea de base en relación con la cual poder medir los cambios futuros.

La situación se complica por los planes de una represa en la parte alta del río Marañón, en el flanco oriental de la Cordillera de los Andes. Las normas para las declaraciones de impacto ambiental no exigen que los planificadores consideren los efectos combinados de la represa y la hidrovía. “Las represas, por sí solas, cambiarán los patrones de flujo y el contenido de los sedimentos en los ríos, y en general los ecosistemas la pasarán difícil (lidiando) con eso”, dice Bernhard Lehner, profesor asistente de hidrología global en la Universidad de McGill en Montreal, Canadá, y coautor de un artículo publicado recientemente sobre el impacto de las represas en todo el mundo en la regulación de los flujos y la fragmentación de los ríos.

El dragado de la hidrovía aguas abajo de la represa exacerbará el impacto, dice. Los pescadores kukama a lo largo del río Marañón ven los bancos de arena de manera diferente que los planificadores de la IIRSA. “Los ingenieros los llaman ‘malos pasos’”, dice Ribelino Ricopa, que vive en el pequeño pueblo de Santa Clara, a pocas horas río arriba de Nauta. “Pero para nosotros son ‘buenos pasos’”.

Los bancos de arena y los restos flotantes que enganchan dan cobijo a los peces, y los kukama creen que son un lugar de descanso para los yacruna, personas que viven bajo el agua. “Cuando mi nieto se cayó al río, se estaba muriendo”, dice José Murayari Saquiray, de 72 años, que vive en Nauta. “La sirena lo agarró y lo llevó de emergencia al centro de salud dentro del río por una carretera bien asfaltada. Mi nieto no está muerto, vive dentro del río con la sirena. En sueños viene a su casa y conversa con su mujer y sus hijos”.

Se cree que las personas que se han ahogado en el río y cuyos cuerpos no han sido encontrados viven dentro del río. Como Murayari, muchas familias kukama dicen que se comunican a través de los sueños o los chamanes con familiares que viven bajo el río. Taricuarima, el curandero, habla de que levanta la orilla del río como si fuera un mosquitero y se introduce en el agua, pasando tres días seguidos con los espíritus de lagartos, rayas y boas, así como con los chamanes que fallecieron y escogieron vivir allí. A través de estas relaciones, dice, consigue mayores poderes y conocimientos para tratar las enfermedades y mantener viva la cultura de su pueblo.
 
                                                                                                                                                                                                                          
 Para los kukama, un familiar que vive bajo el agua no está muerto, y sigue participando en la vida de la familia. Las familias tienen una relación íntima con el río, que ayuda a aliviar el dolor de la pérdida. No hay una frontera definida entre la vida dentro y fuera del río, y creen que dragar el lecho del río afectará a la gente en ambos lugares.

Ese punto de vista rara vez se refleja en los estudios científicos y de ingeniería, dice Paige West, profesora asociada de antropología en la Universidad de Columbia en Nueva York. “Las personas que están expresando esas creencias, ese es el mundo en que viven. Es real para ellos, y es muy difícil para los científicos occidentales tomar eso en serio de una manera que no sea condescendiente (diciendo) que estas personas tienen una mitología muy rica sobre los seres del agua”, dice West. “No, estas personas viven en un mundo donde existen seres del agua”.

 
Funcionarios del gobierno han argumentado que una minoría indígena no debe tener el poder de vetar un desarrollo que podría beneficiar a la mayoría de los peruanos. West dice que un mejor diálogo podría ser crucial. “No está fuera del reino de lo posible [que los desarrolladores] se sienten con los líderes indígenas y digan: ‘Realmente necesitamos construir esto. ¿Hay alguna manera de que podamos trasladar a sus antepasados? ¿Hay alguna manera de que podamos facilitar la transferencia de estas almas a otro lugar?’”

Aunque reconoce que la respuesta podría ser negativa, West dice que evitar la discusión hace más difícil evitar la destrucción de la cultura indígena. Y añade: “Un proyecto que elimina cementerios ancestrales [o] sitios de almas ancestrales [conduce a] una disolución del sentido de la gente sobre el pasado, el presente y el futuro. Si se destruye la historia y la memoria destruyendo las almas de los ríos, entonces se destruye la capacidad de las personas para aferrarse a otras partes de su tradición”.

Una demanda presentada por líderes indígenas locales ante el Tribunal Constitucional en Nauta señaló los impactos culturales del proyecto de hidrovía y llamó a la consulta previa de las comunidades indígenas —según lo establecido en la ley peruana— antes de que el proyecto pueda continuar.

 En octubre, un juez ordenó la suspensión del proyecto hasta que el gobierno lleve a cabo una consulta. Las autoridades aceptaron la consulta, pero apelaron la decisión, diciendo que el proceso debe realizarse después de que se prepare la declaración de impacto ambiental. Los demandantes piden que la consulta se lleve a cabo antes de que el proyecto pueda proseguir. Una decisión sobre el momento en que debe celebrarse la consulta está pendiente.

El fallo del Tribunal Constitucional no se pronunció sobre los impactos culturales del proyecto, dice Juan Carlos Ruiz, abogado de la organización no lucrativa Instituto de Defensa Legal (IDL) en Lima que defendió el caso. Ruiz también está preparando un caso de inconstitucionalidad contra varios organismos gubernamentales sobre la base de que no han cumplido con proteger la salud de los habitantes de Cuninico, una aldea en el río Marañón donde unos 2,000 barriles de petróleo se filtraron en junio de 2014 de un oleoducto operado por la empresa estatal PetroPerú. (Véase “Derrame remarca riesgos de proyectos petroleros en selva tropical” —EcoAméricas, agosto 2014.)

Dicho derrame puso de relieve cómo cuatro décadas de producción de petróleo en el norte de la Amazonia, combinada con aguas residuales municipales no tratadas y escorrentías de las minas en las montañas de los Andes, han contaminado las principales vías fluviales. En 2013, estudios gubernamentales de la calidad del agua encontraron que la contaminación por metales y bacterias hacían el agua de beber en todas las comunidades estudiadas en la cuenca inferior del río Marañón no apta para el consumo humano (Véase “Comunidades en Perú presionan por más exámenes de contaminación” —EcoAméricas, mayo 2014.) El Ministerio de Vivienda de Perú está preparando la instalación de plantas de tratamiento de agua temporales en más de 60 comunidades de la cuenca del río Marañón, donde la contaminación persiste a pesar de la declaración de varias emergencias de salud y ambientales en la última década. Otros han sugerido que los aldeanos recojan agua de lluvia para evitar beber agua superficial, pero eso no es tan sencillo como un ingeniero podría pensar.

Para el pueblo kukama, el agua de río y el agua de lluvia no son lo mismo, y el agua de río es preferible para beber. E incluso si la gente se cambiase al agua de lluvia, no toda el agua de lluvia es la misma, ya que según las creencias kukama, lluvias diferentes tienen características diferentes. Para los kukama, hay lluvias que enferman, especialmente a los niños cuando se bañan en ellas. Lluvias que están acompañadas de sol traen malos espíritus y pueden causar enfermedades o incluso la muerte si la persona no es atendida por un chamán. Lluvias acompañadas por un clima muy frío también se cree que traen malos espíritus y enfermedades, mientras que otras lluvias son vistas como beneficiosas para la salud y el crecimiento de las plantas.

No está claro cómo verán los aldeanos las plantas de tratamiento de agua, que se supone son una solución provisional hasta que se pueda proporcionar una fuente permanente de agua potable, dice Francisco Dumler, viceministro de Construcción y Saneamiento del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento.

El impacto a largo plazo de la contaminación —y los proyectos de desarrollo como la hidrovía— sobre los chamanes también está por verse. Taricuarima y otros chamanes dicen que han ido aprendiendo otras formas de mantener contacto con los ríos y los espíritus que los habitan. Buscan lagos lejos del río donde puedan comunicarse mediante sueños y mantener fuertes sus poderes espirituales.



Mientras tanto, algunos pescadores han colgado sus redes. “Yo ya no pesco, porque no hay dónde ir a pescar”, dice Jaime Nashnate Huayamacari, de 64 años, de Nauta. “¿Quién va alimentar a nuestros hijos? ¿Dónde van a pescar si quieren un día ser pescadores?” Sin embargo, Nashnate no ha renunciado por completo. “He guardado mis herramientas de pesca, pero no guardo mis conocimientos”, dice. “Les comparto a mis hijos y a otros que quieren escuchar lo que es importante de la pesca y de la vida de los pescadores, buscando que entre todos recuperemos nuestras aguas”.


Barbara Fraser and Leonardo Tello Imaina


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1 comentario :

  1. A amazonia, com seus governantes mesquinhos, preocupados apenas e tao somente em enriquecer suas contas bancarias, desprezam o que eles jamais poderao oferecer ao povo e ao mundo: a natureza saudavel, e rica de bio diversidade...diariamente permitem que sejam desmatadas as florestas e poluidos os rios e privados de seus recursos os indigenas e a populacao ribeirinha.....e nos vamos continuar permitindo que tais coisas acontecam>????????ate quando?

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