jueves, 14 de marzo de 2013

PELAGIO EN EL AMAZONAS



Mediados de abril 2012. La creciente de los ríos amazónicos es muy alta. Las conversaciones giran en torno a la falta de alimentos y la situación complicada que vendrá en los meses de junio-setiembre. Hay pocos enterramientos de yuca. Este año la gente no se ha prevenido. El futuro inmediato se presenta complicado. Hay que prepararse para lo que viene. La Municipalidad Distrital de Parinari compra un innecesario deslizador con un 200 HP, justo cuando la gente necesita alimentos. La revocatoria es aprobada en el distrito de Urarinas. El representante de Defensa Civil de Loreto-Nauta no traslada los datos de la creciente a nivel nacional.

Mayo. Una ONG internacional, a la que denominaremos Pelagio, para evitar dar su nombre, se interesa por la situación del Marañón. Llega con buenas intenciones. Posee la inteligencia suficiente para escuchar. Pero rápidamente se da cuenta que no sólo está superado por la realidad a la que se enfrenta, sino que el rebasamiento al que es sometido le deja fuera de juego. A pesar de todo decide intervenir, “con nuestra pequeña aportación”.

En el viaje de ida a Santa Rita de Castilla, a petición nuestra, atraca en varias comunidades para conversar con la gente. Percibe una realidad a la que no está acostumbrado. En Santa Rita mantenemos conversaciones que le van cambiando el perfil de la situación. En todo momento se muestra abierto a lo que le decimos. Superado por la realidad nos dice que él no puede solucionar el problema, pero que intentará aportar algo. Nuestra postura es innegociable: o hay apoyo para todas las comunidades, o mejor no apoye a nadie. Todas son todas. Al calor de la conversación introducimos una pequeña observación: preferentemente niños y mujeres embarazadas.


Ha permanecido tres días en Santa Rita de Castilla. Le contactamos con las organizaciones indígenas de la zona y las autoridades distritales. A la Municipalidad le prometió que iban a ayudarles a presentar los datos de la inundación para ser incluidos en el Sistema Nacional de Defensa Civil y abrir la posibilidad de la ayuda estatal. No sabemos en qué ha quedado todo eso.

De regreso a Nauta, Pelagio concierta una reunión con las autoridades provinciales para contarles lo que ha visto en su viaje y la necesidad de apoyo alimentario. Ante su propuesta alimentaria, Pelagio se da de bruces con el racismo feroz: “esas comidas son de cholos”. Encaja como puede esa realidad brutal y pese a la puerta cerrada espera que en la región se comprenda mejor la situación. En Iquitos se enfrenta con el COE, “ustedes no saben nada de lo que está sucediendo a nivel regional, solo han mirado la ciudad”, otra puerta cerrada.

Viaja a Lima. A los 15 días quedó en retornar para estudiar la posible intervención. Pasa el tiempo, no hay respuesta. Estamos visitando una comunidad lejana y nos avisan de una llamada. Al otro lado del hilo telefónico aparece la voz suave y comprensiva de Pelagio. El teléfono es público. Un grupo de mujeres están jugando bingo al lado. La conversación se vuelve insulsa: “sí”, “no”. No se puede hablar de apoyo alimentario por teléfono cuando la gente tiene necesidad. Por encima de todo debemos ser prudentes. Pelagio se ratifica en que la ayuda va a ser efectiva, aunque no del volumen que se necesita.

Sigue pasando el tiempo. El tiempo es lo único que poseen los pobres. Los hombres grises, pese a la advertencia de Momo, todavía no pueden comprar el tiempo. A mediados de julio suena de nuevo el teléfono: “lo sentimos mucho, no puedo ayudarles. Mis jefes no ven con buenos ojos una intervención tan pequeña y no tenemos más posibilidad de gasto. Así que en otra oportunidad será. Ciao”.

Pelagio ha sido prudente en las reuniones con las organizaciones indígenas y las autoridades: no ha prometido nada. Pero, ¿a qué viene Pelagio preguntando por la vaciante? ¿A pasear?, ¿a investigar?… ¿Se puede hacer solo eso cuando la gente pasa necesidad? Los entrevistados esperan una respuesta efectiva, una respuesta que no llega. Pese a la buena educación de Pelagio ni siquiera les llegan sus disculpas a las organizaciones indígenas. Se pone tierra de por medio y que se apañen como puedan.

El voluntarismo y las buenas intenciones no son suficientes. Gracias a Dios, nosotros provenimos de una tradición que ya debatió estos asuntos en los s. IV-V d.C. Pelagio era un buen cristiano que afirmaba, entre otras muchas cosas, no necesitar la gracia de Dios para actuar y vivir bien. “Todo depende de nosotros”. La iglesia reaccionó ante este voluntarismo, con Agustín de Hipona a la cabeza, afirmando con los pies a ras de suelo, que humanos somos y el pecado forma parte de nuestra existencia. Pero no todo es pecado, ni mucho menos. Es la gracia de Dios la que nos permite vivir, confiando en Él, con entera libertad y dignidad. Advertidos estamos del voluntarismo y las buenas intenciones. O con un adagio: “el infierno está empedrado de buenas intenciones”.


Además de solicitar ayuda humanitaria, a Pelagio le insistimos hasta la saciedad en llamar la atención del Estado, es su obligación para con sus ciudadanos, y en trabajar a nivel simbólico. Es necesario valorar las comidas de vaciante. Un evento con Gastón Acurio u otro(s) afamado(s) cocinero(s) podría(n) dar un espaldarazo para que los pueblos indígenas, fuertemente discriminados, encuentren en la tradición la mejor solución a sus dificultades, como ha hecho el pueblo tupí por miles de años. No sabemos si Pelagio ha llevado a la práctica estas propuestas. Seguimos esperando junto a la gente y sus organizaciones indígenas. Nosotros también tenemos tiempo suficiente, seguiremos esperando aguijoneados por un Reino de Dios que recibimos gratis y al cual queremos responder con nuestro trabajo.



P. Miguel Angel Cadenas                                         P. Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla                               Parroquia Santa Rita de Castilla
Río Marañón                                                             Río Marañón

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