Es impresionante como el Estado y las Empresas petroleras
pretenden desconocer los múltiples daños que ellos
mismos ocasionan tras los derrames ocurridos en la Amazonia.
A casi dos años de
cumplirse lo ocurrido en Cuninico, se siente la preocupación, con la que la población convive diariamente. A pesar que el
estado dice haber atendido a las comunidades afectadas ya nada es igual. Nadie
les devolverá la tranquilidad y la felicidad con la que vivían antes del
derrame de junio del 2014, de 2,600 barriles (versión de la misma empresa) por
lo que consideran una alteración a la vida de las familias de esta comunidad.
Como lo dice Dorcas Vásquez con lágrimas en los ojos: “siento mucha pena por el
agua que ya nunca va ser igual, no podemos tomar y bañarnos igual, porque tenemos miedo. Cuando tomamos el agua
nos da dolor de barriga. Aunque Petroperú
dice que podemos tomar el agua, porque ya está limpia, nosotros sabemos que no
es así. Cuando tomamos nos da comezón el cuerpo y nos duele la barriga.
Los niños y las niñas han observado
que la ración en sus
comidas ha disminuido. Antes del derrame había un pescado en cada plato. Ahora
tienen que compartir un pescado entre todos los miembros de la casa. Para
pescar los padres, ahora tienen que irse muy lejos para conseguir algo. La
quebrada de Cuninico, de donde se abastecía la comunidad y a otras provincias de la
región Loreto ha sido contaminada con el petróleo.
No solo afectó gravemente en la alimentación, en el ingreso
de la economía del hogar. Antes del derrame podían pescar en cantidad para
comercializar y atender las otras necesidades de las familias. Cuninico era
visitado por los comerciantes que compraban pescado de la zona para llevarlos a
vender a Yurimaguas y San Martín. Ahora no hay para comer menos para vender. ¿Cuánto tiempo
tendrán que esperar los pobladores para ver nuevamente reproducirse sus
cochas en óptimas condiciones para el
consumo humano? ¿No es acaso un derecho que la población y los niños y niñas de
Cuninico se alimenten bien y puedan seguir bañándose en sus quebradas sin el
temor de enfermarse?
Antes de que ocurrieran los derrames de petróleo, los niños y las niñas de la
comunidad solían nadar en el río. Eran momentos de encuentro de la familia y
los amigos luego del trabajo cotidiano. Mientras las mamás lavaban la ropa en
las balsas, ellos jugaban a las topaditas y a los encantados. Ya nada de eso pueden hacer ahora. Cuando se meten a la
quebrada les salen sarpullidos y manchas en el cuerpo y tienen miedo de hacerlo.
César Mozombite Celis es uno de los tantos moradores que se
siente afectado en su salud. Nos dice: “Estamos preocupados porque hay muchas
dificultades con la salud de la población”, “Yo, a veces me asusto por los
cambios que se están dando en mi cuerpo sobre todo en mis manos, con mis uñas
antes no era así”. “Mientras nos muestra las uñas nos cuenta que él acompañó en
varias oportunidades a muchas Instituciones del estado hasta la zona del
derrame sin ninguna protección y su cuerpo estuvo expuesto al contacto directo
con el crudo. Al finalizar la conversación él dice: “estoy convencido que mis uñas están enfermas a raíz del
contacto con el crudo, por eso pedimos al estado que atienda, porque nosotros también somos seres vivos,
somos gente…..
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